viernes, 21 de octubre de 2011

El cementerio de Comillas


Comillas, en Cantabria, localidad modernista donde las haya. 
Su pequeño cementerio, sobre un promontorio que enfrenta el mar -dotándolo así de mayor solemnidad y melancolía si cabe-, es visita obligada. Fue diseñado por el arquitecto modernista Lluís Doménech i Montaner en 1893, tras el abandono de un antiguo templo que allí se encontraba y que había sido fruto de discordia entre el administrador del duque del Infantado y los vecinos de Comillas, razón por la cual el regidor mandó construir otra iglesia lejos de allí y mantuvo el lugar únicamente como camposanto. Desde 1983 su fachada es Bien de Interés Cultural de Cantabria.


Puerta de entrada al cementerio de Comillas

También los mausoleos del interior del cementerio fueron diseñados por Doménech, si bien los esculpió el gran escultor barcelónes Josep Llimona. Llama la atención el perteneciente a la familia Piélagos.


Mausoleo de la familia Piélagos

Pero para ver lo mejor del camposanto hay que elevar la vista. Allá en lo alto, sobre las ruinas de la antigua iglesia, contemplando a vivos y muertos con hierática faz, se yergue imponente el Ángel Exterminador, obra también de Llimona. La visita merece la pena aunque sólo sea por estremecerse a los pies de esta bella obra de arte.


El Ángel Exterminador de Llimona

El cementerio es propiedad parroquial y no tiene, como tal, un horario de visitas, pero permanece abierto casi todo el día y la entrada es libre. Y ya que estás en Comillas, no dejes de visitar la Universidad Pontificia -si permiten el paso-, el Palacio de Sobrellano y, sobre todo, el Capricho de Gaudí. Y si dispones de todo un día para dedicar a Comillas, en la página web del Ayuntamiento te puedes descargar dos mapas: la ruta modernista y la ruta monumental. Para que no te pierdas nada de esta singular villa.


Capricho de Gaudí
Palacio de Sobrellano



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